Cronica de Enrique IV . peligro en sus segu-ros alojamientos de Trujillo, dormían á la madru-gada profundamente al aproximarse los vigilantí-simos enemigos. De pronto levantaron gran vo-cerío, y unidos con los soldados de Luis de Chaves,cargaron sobre los desprevenidos, á quienes sus je-fes, sobrecogidos de igual espanto, se vieron inca-pacitados de obligará la resistencia. Pereció la ma-yor parte; varios lograron escapar á favor de lastinieblas; cerca de 3oo caballos quedaron prisio-neros. Algunos hombres de armas del Conde dePlasencia y de la Condesa de Medellín se refu-giaron en el castillo
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Cronica de Enrique IV . peligro en sus segu-ros alojamientos de Trujillo, dormían á la madru-gada profundamente al aproximarse los vigilantí-simos enemigos. De pronto levantaron gran vo-cerío, y unidos con los soldados de Luis de Chaves, cargaron sobre los desprevenidos, á quienes sus je-fes, sobrecogidos de igual espanto, se vieron inca-pacitados de obligará la resistencia. Pereció la ma-yor parte; varios lograron escapar á favor de lastinieblas; cerca de 3oo caballos quedaron prisio-neros. Algunos hombres de armas del Conde dePlasencia y de la Condesa de Medellín se refu-giaron en el castillo, cercado al día siguiente porlos vencedores. Seguramente hubiera perecidotoda la caballería enemiga, si el cansancio no hu-biese obligado á los contrarios á desistir de la per-secución. 348 A. DE PALENCIA La noticia de la victoria fué tan grata al reyD. Fernando, que inmediatamente envió al Cla-vero 200 caballos con Juan de Robles. El de Me-dina Sidonia llamó á los otros 200 que antes ha-bía enviado.. CAPITULO VII Medidas adoptadas por D. Fernando y Z).a Isabelen Castilla la Nueva. omo los frecuentes disturbios de Toledono podían atajarse sino con la presenciade los Reyes, trasladáronse D. Fernandoy D.a Isabel á esta ciudad, donde la prolongadatiranía había hecho á todos los ciudadanos cóm-plices de maldades y crímenes y pervertido el co-razón del pueblo. El intencionado apoyo prestadoá todos ellos por los principales toledanos, con elfin de que no clamasen por la justicia ni anhela-sen la paz, les infundía extraordinaria audacia enla ejecución de sus delitos. Hombres corrompi-dos se encargaban de extender aún más el círculode sus maldades, y había secuaces del Arzobispodispuestos á suscitar nuevas turbulencias, agui-joneados por el genio inquieto y el ansia de do-minio del anciano, y persuadidos de que las peri-pecias de sus múltiples hazañas les proporcio-narían oportunidad para apoderarse de aquellosque en otro tiempo se habían aprove